Como es normal en los niños y en los jóvenes, la extravagancia de un señor como don Rufino Otaño, se prestaba a que se lo tomara siempre en sorna, o sea con bellaquerías.
Un buen día se colocó “por su puerta un cartel bien confeccionado que decía: “SE COMPRA BOTELLAS VACIAS DE SIDRA”, que como se sabe, no solo es carga y basura para cualquier hogar, sino objeto que atenta contra el ecosistema, por lo que carecía de valor y ni con céntimos nadie lo quería.
Pues bien, gozábamos cuando venían las gentes humildes con bolsas o canastos cargados de botellas vacías a golpear la puerta de don Rufino. El enojo de este señor hacia que desalojara a voces y con insultos a los que llegaban.
Después de varias llamadas en días sucesivos recién se percató de que le habían puesto un cartel en la puerta de su zaguán.
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