Tomaba la calle Pdte. Franco con sus presas a cuestas y lanzaba unos clásicos chillidos de pecho, como si fuera un bronquítico que estaba por ahogarse y luego exclamaba a voz batiente: “Armado 250 pesos”, “Patí 300 pesos”, Pacú 350 pesos”, “lindo, fresco y bien destripado y lavado, Juiii,i,i,i…”.
Y los vendía de verdad porque era el único distribuidor de pescados en la ciudad y en aquella época de la década del 40 eran pocas las familias que apreciaban este manjar, muy diferente al de hoy día en que por la miseria reinante se comen hasta pirañas y mojarritas.
Y tenia también sus elucubraciones y donde quedaba a vender sus prosas metía lata a los vecinos y contaba supuestas “hazañas” suyas de que se metía en la profundidad del río y que peleaba con grandes “monstruos” del lecho del río, puras fantasías por supuesto..
De su final nos cuenta ningún dato…
De su final nos cuenta ningún dato…
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